En un país donde el olimpo del fútbol es tan vasto como el cielo de São Paulo, hacerse de un nombre es una hazaña. Brasil lo ha ganado todo, en cada categoría y rincón del planeta. Pero Luan García demostró que siempre hay espacio para una historia que merezca ser contada.
Nació el 10 de mayo de 1993 en Vitória, Brasil. Ciudad costera, capital de Espírito Santo, testigo de otro niño con sueños más grandes que la costa que enmarca su infancia.
De Vasco al oro olímpico
El 8 de julio de 2009 firmó su primer contrato profesional con el Vasco da Gama. Arrancó su carrera como lateral, debutando en 2012 contra Náutico, y poco después marcó su primer gol ante Figueirense.

Con Vasco conquistó dos campeonatos Cariocas y una Taça Guanabara. Disputó 165 partidos, marcó 12 goles y dio una asistencia. Su consagración, sin embargo, llegaría con la selección.

En 2016, con la selección brasileña, ganó el oro olímpico. Aquel título que se le había negado a Brasil en Londres 2012, se concretó al vencer a Alemania en penales. Luan fue parte del equipo que logró lo que parecía imposible.

Le puede interesar: Entre el Diablo y Maradona, la historia de Diego Barbosa
Gloria con Palmeiras
Un año más tarde fichó con Palmeiras, uno de los gigantes del país. Allí alcanzó la cima de su carrera: dos títulos de Serie A, una Copa de Brasil y el bicampeonato de Copa Libertadores en 2020 y 2021. Había conquistado el continente.

La llamada del Diablo
Con todo ganado en casa, llegó la llamada desde México. América tocó a su puerta, pero Luan eligió a Toluca. En 2024 se convirtió en refuerzo escarlata, portando el número 13, y con él, toda la experiencia y temple que el club necesitaba.

La pérdida que lo quebró… y lo levantó
Su mayor desafío no fue deportivo. En marzo de 2025, Luan perdió a su padre, Rogério. Fue un golpe que casi lo hace regresar a Brasil. Las dudas lo paralizaron, pero encontró razones para quedarse: su familia, sus compañeros y una afición que ya lo sentía uno de los suyos.

El dolor se convirtió en motivación. Su historia encontró un nuevo capítulo, ahora en tierras mexiquenses que lo abrazaron como propio.
Toluca necesitaba una defensa sólida y el Turco Mohamed encontró la fórmula: línea de tres con Fede Pereira, Bruno Méndez y Luan García. Tres sudamericanos que encajaron con fuerza, coraje e inteligencia justo cuando más se les necesitaba.
Te puede interesar: Alexis Vega: El Diablo lo abrazó, el fútbol lo perdonó

El gol que cambió todo
La final ante América estaba empatada. Segundo tiempo. Tiro de esquina. Luan subió al área. El balón volaba en cámara lenta. Saltó más alto que todos. Y con un cabezazo implacable, rompió la red y encendió la euforia.

El estadio rugió. Luan miró al cielo. Ese gol no fue solo un gol, fue una carta de amor a su padre, una promesa cumplida, una victoria personal contra el dolor.
Toluca conquistó su título número once. Y Luan, el brasileño que lo había ganado todo, escribió un capítulo eterno con la camiseta escarlata. Ya no era solo un refuerzo: era parte de la historia, parte de la ciudad.




