Egresado de la Licenciatura en Arte Dramático de la Facultad de Humanidades en la UAEMéx, Noé Hernández es un mexicano de origen campesino que, con gran potencial y mucho esfuerzo, ha vencido los desafíos del séptimo arte, colocándose como uno de los mayores representantes del cine nacional.
Por: Fany Huicochea / Fotografía: Édgar Valtiago / Video: Jesús Mejía y Fanny Huicochea
¿Cómo fueron tus inicios?
—Mi primer encuentro con la actuación fue en la secundaria, con las obras Cómo pasar matemáticas sin problemas y El extensionista, para después estudiar arte dramático en la universidad; egresé en 1994, pero me quedé siete años más dando clases. Con otros compañeros fundamos un grupo llamado TIACOCO, con el cual tuvimos algunos problemas ya que no recuperábamos nada. Por eso se me metió la loca idea de irme al D.F. a hacer cine.

En Toluca hacía dos o tres montajes por año, siempre con roles protagónicos, lo que mantenía mi ego bastante inflado. En la Ciudad de México, tras un año de búsqueda, no obtuve resultados, y me desesperé. Decidido a abandonar la carrera, regresé a mis orígenes, en Hidalgo, a trabajar las tierras de mi padre. Un año después volví a la capital y comencé con la creación de mi book, dejé fotografías en todas las casas de casting y para generar ingresos estuve viviendo en Tepito vendiendo jugos y lavando carros; poco después me cayó un primer bit para una película. Buscaba una oportunidad, me llegó y la aproveché.
¿Cómo es el cambio de trabajar en el campo a actuar en el cine?
—Mi familia no entiende bien el proceso, porque la vida del campo se maneja de manera distinta. Yo me dedicaba a ordeñar y alimentar a las vacas; no sé de dónde me nació el gusto por la actuación, pero lo perseguí. En esta carrera de pronto es muy fácil perder el piso pero mi familia me enseña que la sencillez se lleva siempre. Cuando voy a visitarlos me dicen “A ver, güey, agarra la pala o el machete y vente, vamos a trabajar” o “Aquí no andas en tus peliculitas, esto es el campo y vamos a trabajar”. Mi padre me enseñó que de la manera en que siembras y cultivas serán tus cosechas, y trato de aplicarlo en todo, para tener una disciplina de trabajo.
¿Cómo catalogas al cine mexicano frente al cine de la gran industria hollywoodense ?
—Creo que ni siquiera existe algún punto de comparación, ya que los procesos de producción y distribución son totalmente distintos; el cine norteamericano se hace con millones de dólares y el presupuesto de una de sus películas es lo que nosotros utilizamos durante todo un año. Sin embargo, la calidad del cine nacional es muy buena, escuelas como el CCC y el CUEC están haciendo excelentes propuestas con gente de nuevas ideas (por cierto, su película favorita es Bajo California, de Carlos Bolado).
Sus interpretaciones
En cuanto sus interpretaciones ha tenido varias películas que marcaron su vida, como Espiral, ya que hubo, un antes y un después de ella: “Fue la primera en la que obtuve un personaje principal; me sentía muy identificado porque habla de una mujer fuerte, que cría a sus hijos bajo ciertas condiciones en el campo; eso me recordaba mucho a mi mamá, y a partir de esta película comenzaron a caerme personajes de mayor peso. Miss Bala me llevó a Cannes y a mi primer nominación al Ariel; con Chalán gané la Pantalla de Cristal y el premio a mejor actor en un festival de Montenegro. En La tirisia interpreto a un gay de la Mixteca; fue un gran reto, pero me ayudó a descubrir, desde mi hombría, la feminidad.
Como consejo a todos aquellos que desean hacer o estar en el cine, nos comentó que «esto es de resistencia, y tienes que tocar miles de puertas, ya que hay un montón de gente que quiere hacer cine; debes ser muy perseverante y tener objetivos claros porque, en algún momento, de todas las puertas que tocaste, alguna se abrirá»
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