La celebración del Día de Muertos brinda la oportunidad de conectar con los difuntos a través de la ofrenda que se coloca en hogares y plazas de México.
La instalación y duración de estas ofrendas se determinan a elección de la familia o de quienes las preparan, tomando como referencia los últimos días de octubre y los primeros de noviembre.
Estos altares tradicionales han sido incluidos en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad debido a su simbología y a los elementos nativos que los componen.
Elementos imprescindibles en la ofrenda
- Sal. Debido a su color, representa la pureza y ayuda a evitar que el cuerpo de los difuntos se corrompa, permitiéndoles transitar de este mundo al de los muertos.
- Agua. Destinada a saciar la sed de las ánimas que emprenden un largo viaje para visitarnos.
- Velas. Sirven como guía para que los muertos encuentren su antiguo hogar.
- Calaveritas de azúcar o chocolate. Hacen referencia a las tradiciones prehispánicas y simbolizan la muerte.
- Copal o incienso. Utilizado para purificar el lugar de malos espíritus y permitir que las almas de nuestros difuntos entren a casa sin dificultades.
- Flores. Perfuman el espacio de las almas visitantes; el color amarillo de la cempasúchil representa el sol y se utiliza para trazar un camino que guía a las almas desde la calle hasta la ofrenda en el hogar.
- Pan de muerto. Uno de los elementos más preciados, que representa el afecto hacia quienes ya no están entre nosotros.
- Papel picado. Simboliza el aire como uno de los elementos de la naturaleza y aporta color a la ofrenda.
- Comida. Dispuesta para honrar a los difuntos con sus platillos y bebidas favoritas.
- Fotografías. Se incluyen retratos de los difuntos a quienes se dedica la ofrenda.
Además de estos elementos, se pueden añadir objetos de valor para el difunto, juguetes en caso de homenajear a niños, así como otros adornos y dulces típicos de la época o la región.
El uso correcto de los elementos en la ofrenda de Día de Muertos significa la llegada de sus almas, de acuerdo a las tradiciones prehispánicas; sin embargo, aunque alguno de estos componentes hiciera falta, ésta no pierde el encanto espiritual como patrimonio religioso.



