Más allá de los debates sobre drenaje urbano o la falta de infraestructura, ¿qué tanto afecta el clima la salud mental?

Lluvias, caos y emociones: ¿Qué tanto afecta el clima la salud mental?

La temporada de lluvias llegó con fuerza a México y, junto con las tormentas, también se desataron emociones intensas. Más allá de los debates sobre drenaje urbano o la falta de infraestructura, surge una pregunta cada vez más urgente: ¿Qué tanto afecta el clima la salud mental?

La tarde del 2 de junio trajo consigo la primera gran tormenta del año. En cuestión de horas, redes sociales se inundaron (literalmente) de imágenes: autos flotando, calles convertidas en ríos, viviendas dañadas, jornadas laborales truncadas. Y aunque los memes hicieron lo suyo para desahogar el estrés colectivo, ¿qué efectos reales tiene esto en nuestra estabilidad emocional, percepción del futuro o relaciones cotidianas?

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Cuando la lluvia cala más allá de la piel

Numerosos estudios han documentado cómo el mal clima, en especial las lluvias intensas e inundaciones, puede provocar un impacto significativo en la salud mental de las personas. El agotamiento emocional, la ansiedad ante el regreso a casa o la frustración de perder pertenencias, no son solo efectos colaterales: son síntomas de un malestar profundo.

Las investigaciones señalan que las inundaciones están directamente relacionadas con un aumento en la incidencia de depresión, ansiedad e incluso trastorno de estrés postraumático (TEPT). Un estudio publicado por The Lancet Public Health concluyó que vivir repetidamente eventos climáticos extremos eleva de forma progresiva el riesgo de sufrir afectaciones psicológicas severas.

En comunidades donde las lluvias intensas son casi una rutina, la salud emocional se desgasta lentamente, afectando desde el rendimiento escolar hasta las relaciones familiares.

¿Y si no es solo el agua lo que arrasa?

¿Qué tanto afecta el clima la salud mental? Depende, también, de a quién le preguntes. Las poblaciones más vulnerables —niñas, niños, adolescentes, personas mayores o de bajos recursos— tienden a experimentar los efectos con mayor intensidad. La incertidumbre, el miedo a perder el hogar y la constante exposición al riesgo generan una sensación de desamparo difícil de procesar.

Para muchas familias que viven en zonas con infraestructura deficiente, cada tormenta es una amenaza latente. Y no sólo hablamos de la ciudadanía. Bomberos, paramédicos y servidores públicos también están expuestos a estrés extremo, lidiando con emergencias mientras enfrentan reclamos y condiciones laborales adversas.

En el caso de los menores, el panorama se complica aún más. No siempre logran entender lo que sucede, pero sí perciben el caos: el miedo en los rostros de sus padres, la pérdida de juguetes, libros o ropa, los cambios bruscos de rutina. Todo esto impacta su desarrollo emocional.

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Prevenir también es cuidar la mente

La evidencia es clara: ante cada desastre natural, se vuelve imprescindible integrar un componente de apoyo psicosocial a la respuesta comunitaria. Desde sesiones de primeros auxilios emocionales hasta programas de salud mental en centros de atención, prevenir el deterioro emocional es tan urgente como reparar una calle dañada.

Aquí algunas estrategias prácticas para enfrentar el impacto psicológico de estos eventos:

Para individuos y familias:

  • Recupera rutinas diarias: da estabilidad y sentido de control.
  • Limita el consumo de noticias que revivan el trauma.
  • Habla abiertamente sobre lo ocurrido.
  • Juega, pinta o baila con los niños para ayudarles a procesar emociones.

Para niñas, niños y adolescentes:

  • Usa herramientas como cuentos o dibujos para que expresen lo que sienten.
  • No minimices su miedo; acompáñalo con empatía.
  • Involucra a docentes o cuidadores para detectar cambios emocionales.

Si dudabas de las afectaciones del clima en la salud mental, pues es más de lo que imaginamos. Las tormentas no solo inundan calles, también arrastran certezas, desgastan el ánimo y siembran ansiedad. Pero con información, prevención y acompañamiento emocional, es posible salir a flote —emocionalmente—, incluso después de la tormenta.

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