A lo largo de nuestra vida nos han llamado necias o necios por lo menos una vez. Ya sea porque sacamos de quicio a nuestra madre y nos gritaba “obedece, no seas necio”, porque nunca cedimos a los argumentos de los demás, e incluso pudo pasarnos que en alguna de nuestras relaciones nos mandaron a dar una vuelta porque “siempre era lo que nosotros decíamos”.
En su etimología, ser necio proviene de la palabra en nescius, que a su vez tiene su origen en el verbo nescire (‘ignorar, no saber’). Por lo tanto, necio significa “el que no sabe lo que debería, ignorante, de poco juicio”. Sin embargo, uno de los 3 empleos que se le da en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), y el que más se asocia al uso que le damos, es el de “terco u obstinado en lo que hace o dice”. Así que, si somos tercos, somos necios.
Y bueno, esa obstinación o terquedad que no son más que sinónimos de nuestra manera necia de ser es posiblemente los que nos ha llevado a no entender la seriedad de la pandemia. Es más fácil decir “no es cierto”, “seguro inventan cifras”, “no ha de ser tan grave” y salir a las calles sin cubrebocas, ir a fiestas los fines de semana y olvidarnos de que existe “algo” que se llama COVID19. Pero, ¿por qué negamos nuestra realidad y nos da por hacer todo lo que no deberíamos hacer? Es sencillo. Tenemos miedo a creer lo que nos está pasando. Sí, hay en nosotros un terror absoluto a lo que depara el futuro porque nadie había pensado que nos podría caer “el chahuistle” con este virus letal.
Esta manera de actuar de los mexicanos es simple. Estamos acostumbrados a descartar la evidencia que tenemos frente a nuestros ojos y lo ajustamos a lo que nos “indican” nuestras ideas y explicaciones preconcebidas de la realidad. De ahí que existan las famosas “teorías conspirativas” de la exterminación masiva de la población a través del virus y el dominio chino en lugar de tomarse en serio los 11mil 057 casos con los que despertamos el día de hoy en nuestro país y dejar de exponernos sin necesidad alguna.
Nuestras creencias nos condicionan y no nos permiten modificar nuestra forma de ver la realidad aun cuando el entorno que nos rodea se nos desmorone y evidencie la verdad de la pandemia con la saturación de hospitales y el número de defunciones. Parte de esta necedad explica los mil casos nuevos que explotaron como una bomba del jueves al día de hoy. ¡Mil!
Y es que, contra todo pronóstico lógico, la gente “usa” cubrebocas, pero lo hace de adorno en el cuello o por encima de la barbilla. ¿No entienden, necios, que así no protege en absoluto y que tampoco es un accesorio de moda?
También están los casos de las reuniones “ocasionales” de cada fin de semana para celebrar los cumpleaños, o bien, las “pequeñas fiestas” que siguen brotando como el agua pese a la contingencia. Una vez más, aquí se comprueba nuestra necedad por querer seguir con “la vida cotidiana” aunque allá afuera se estén muriendo miles y miles.
Y si hacemos cuentas, el número de contagios en el EdoMéx estaba a la mitad hace 15 días, lo que quiere decir que nuestras ansias de festejar a las madres hoy están surtiendo efecto y retoñando como casos confirmados de coronavirus.
Entonces, volvemos a la pregunta inicial. ¿Somos necios o nos da miedo creer que existe la enfermedad?
¡Cuéntanos!