En medio de la crisis ambiental, ¿cuáles son los factores que más alteran la naturaleza?

Cuando hablamos de cambio climático y alteración de los ecosistemas es probable que nuestra mente solo piense en las altas temperaturas y en el deshielo provocado por este factor, sin embargo, la realidad de la crisis ambiental va más allá de solo una causa y hoy queremos hablarte de ellos.

 

 

Según la la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes), el impacto del calentamiento global está relacionado a ciertas actividades que ponen en crisis a los ecosistemas como la deforestación o la contaminación.

 

 

Aunque hay factores meramente directos que contribuyen a la crisis ambiental, hay otros que son indirectos y como suceden casi a las sombras, son los que constituyen los grandes retos para frenar el cambio climático. Aquí aparecen los hábitos de producción y consumo, la población global, las políticas de gobierno y otros asuntos que tienen que ver con el comportamiento humano.

 

 

De acuerdo con el reporte que presentó la Ipbes en el 2019, hay dinámicas y decisiones que están llevando al hoyo a nuestro planeta. Los hallazgos señalan que una de cada seis especies naturales está en peligro de extinción, el 75% de los ecosistemas terrestres se han degradado por la acción humana y el 97% de los océanos están contaminados o alterados. En otras palabras, la vida como la conocemos está en riesgo.

 

 

Para que te sea más clara esta información, te presentamos 5 de los factores que la Ipbes destaca como los principales motores de cambio de la naturaleza.

 

Cambios de uso de suelo

 

 

Este es uno de los factores más evidentes que tienen que ver con el ser humano. Cuando alteramos el suelo para satisfacer nuestras actividades de agricultura, ganadería y minería se está causando directamente la deforestación.

 

 

Sí, los motores económicos de las regiones nos han obligado a destruir nuestro entorno con tal de sacar ventaja y producir, producir y producir.

 

 

Cambio climático

 

 

El más sonado y evidente de todos, pero que tiene un impacto mayor del que se cree.

 

 

El incremento de las emisiones de CO2 y su concentración en la atmósfera generan no solo los cambios de temperatura que venimos experimentando, sino que afectan el funcionamiento de los ecosistemas y provocan la migración de miles de especies.

 

 

Uno de los ecosistemas más afectados será el marino, pues con el cambio de temperaturas y la acidificación de los océanos, muchas especies morirán, por ejemplo, los arrecifes de coral o los pastos marinos. Si estos mueren o se alteran, las especies que dependen de ellos también sufrirán estragos.

 

 

 

 

 

Contaminación

 

 

Este factor no es nuevo, pero sí se ha minimizado su impacto en la crisis ambiental. El reporte de la Ipbes hace énfasis en sus «devastadores efectos directos sobre los hábitats marinos y de agua dulce» que han llevado a que solo un 3% de los océanos se conserven intactos. ¡Sólo 3%!

 

 

Asimismo, la contaminación incide en la degradación de los ecosistemas terrestres por la acumulación de nitrógeno en ellos, producto del uso de combustibles fósiles y fertilizantes que «impiden la descomposición, retardan el crecimiento microbiano y ponen en riesgo la biodiversidad».

 

 

 

 

Explotación de recursos naturales

 

 

Este factor tiene que ver con la velocidad a la que consumimos los recursos naturales sin darles la capacidad de regenerarse por sí mismos. A esto se le suma que cuando se devasta un ecosistema también se devasta su biodiversidad: la sobreexplotación de los peces marinos para su consumo y venta, especies recolectadas para su venta como mascotas, etc.

 

 

 

 

 

Especies invasoras

 

 

El equilibrio perfecto de la naturaleza siempre ha estado ahí, pero nosotros nos hemos encargado de destruirlo. Un ejemplo claro es la introducción de especies que no pertenecen originalmente a un ecosistema y que pueden competir con las especies nativas y endémicas del hábitat por los recursos naturales.

 

 

Los resultados del informe indican la existencia de «especies o malezas invasoras y exóticas en varias partes del mundo», constituyendo una amenaza para la biodiversidad de esos hábitats y para la actividad económica de numerosas comunidades locales cuyo sustento depende de su aprovechamiento.

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